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Tras 'Tres recuerdos de mi juventud', Arnaud Desplechin no abandona los excursos por sus jardines, habitados por heridas de amor de imposible cicatrizacion desde el paraiso perdido, por relatos de espias ectoplasmicos, por metaficciones sobre los espectros que rodean a un director de cine: el alter ego Mathieu Amalric, sobre el cual gravita este fascinante juego de espejos, de mujeres que regresan de entre los muertos para salir del bucle onirico y excitar aun mas la mente y el organismo anfetaminico de Amalric/Ismael. Retrato de familia con rediviva emergente, que se atreve a llamarse Carlotta, como Kim Novak en Vertigo, Desplechin nos somete a un pulso de magnetismos entre Carlotta/Cotillard y Sylvia/Gainsbourg. Un tour de force magnificado en una secuencia vivificante en la que la primera baila un tema de Dylan ante la otra, mesmerizada como el propio Ismael, como el propio Amalric, como el propio espectador. Cine que dialoga entre la endogamia y el espasmo centrifugo. Y que eleva su vuelo liberrimo hacia los territorios de la verdad y la impudicia del preclaro Desplechin.